Es parte de nosotros, tan inculcado en nuestra vida que sólo nos damos cuenta de él cuando nos falta. En las noticias nos informan que se ha producido una inundación en la ciudad tal... imagen del semáforo con palmo y medio de agua poniendose en ámbar, como un campeon. Tormenta brutal en la ciudad cual, fallo generalizado de la energía electrica, el alumbrado eléctrico no funciona, caos y conmoción... primer plano de un semáforo apagado, sin color, mustio. Huracan azotando la ciudad... semáforo colgando de los cables, bailando con el cabreado viento. Pero... el invierno ya llega...; esta es una reflexion que me altera mientras estoy detenido a las dos de la madrugada ante un semáforo en rojo camino de mi casa. Esta motivada por una conversación en la cena, sobre movilidad (trabajo, trabajo, trabajo), donde el contertulio expresa que correr dentro de los cascos urbanos a velocidades superiores de las que se pueden regular espontáneamente en los cruces implica tener que parar en algún momento ante una o varias intersecciones y, de este modo, perder buena parte del tiempo “ganado” mientras se corría. Por tanto, los semáforos son un instrumento al servicio de las velocidades elevadas (30-50 km/h) en los ámbitos urbanos. O dicho de otro modo: en ausencia de vehículos circulando a grandes velocidades dentro de los cascos urbanos, los semáforos no tendrían razón de ser... y aquí estoy yo, a las dos de la mañana, delante de un semáforo en rojo, sin un alma a mi alrededor. La afirmación en sí, no es que sea mentira, sino que es cierta... pero a medias. Mi certidumbre sobre lo expuesto dura lo que tardo en mirar mi cena. El solomillo de ternera cantabra esta en mi plato por un medio de transporte, el vino con denominación del Duero tambien. Platos, mantelería, pintura de los techos, frisos de las paredes, vigas de la estructura. Todos ellos llegarón del algun modo al lugar en el que me encuentro. Dudo que los hermanos Wilbur y Orville Wright, en este caso, hayan formado parte de este desplazamiento. Más probable es que caballo de hierro, tenga su parte en el proceso... pero es seguro que la frescura de la lechuga en la mesa, el tono rojizo de la carne y el atercipelado sabor de las fresas de Huelva de mi postre, no hubiesen sido posibles sin un artefacto con cuatro ruedas y motor. Porque esta es la primera afirmación ineludible en este tema: el transporte fue la consecuencia de desplazar algo más pesado que la persona que lo desplaza, incluidas otras personas. Antes que las carrozas de pasajeros, ya existían los carromados de transporte, y si, su principio era llegar antes, pero además traer mucho más de lo que permite el simple desplazamiento humano. Segunda afirmación: la velocidad, es el factor fundamental para que determinados productos sean, intrinsicamente valiosos... a fe que este solomillo no tendrá tan buena pinta dentro de unos días. Tercera afirmación: el medio de transporte y la velocidad en su desplazamiento, generan valor en el producto y por tanto ese incremento genera una mayor demanda de transporte del mismo, en definitiva, cuanto más lejos y en mejores condiciones llega un producto, más posibidades hay de obtener un valor económico para el mismo. Por tanto y volviendo a la afirmación de mi compañero de mesa, he de decir que NO, una velocidad superior a la que permite la regulación espontanea (es decir, el proceso regulado de forma espontánea entre los mismos interesados, a través del contacto visual y la comunicación no verbal entre ellos), no es factible en un vehículo motorizado, debido a la falta de margen para esa maniobra que su masa y su posibilidad de detención o cambio de trayectoria, pueda realizarse dentro del campo de visión o gestual de una persona... y NO, un medio de transporte no esta condicionado por los aumentos y disminuciones de su velocidad en la trayectoria, sino por el número de interacciones que tiene con otros elementos. Y ambos condicionantes tienen como consecuencia el uso de los semáforos, y no al revés. Pero yo sigo aquí parado, delante de este trasto centenario, sin nada ni nadie a mi alrededor que me impida cruzar la intersección y calculando que ya podría estar cinco manzanas más alla. Consecuencias Siempre se ha dicho que lo peor para una actuación no es partir de una mentira, sino de una verdad a medias. El dogma de mi compañero de mesa, como otros sobre tomar las calles, dar al ser humano lo que es del ser humano, etc... hacen daño por lo que dejan entrever y no por lo que realmente dicen. ¿Por que sigo esperando en este semáforo si en una glorieta ya hubiese pasado? Ahora estalló la bomba, la fauna ha encontrado su talisman. Si nos fijamos en nuestras ciudades los semáforos han sido sustituidos por rotondas, glorietas o intersecciones circulares... es el principio del fin para el amigo de los tres colores. La glorieta se autoregula por si misma, la velocidad de los vehículos es limitada y su desplazamiento en todas direcciones ilimitado. En la última década del siglo anterior, el dios de la rotonda era incuestionable, no existian disensiones en su utilidad, nadie osaba solicitar una estadistica de siniestralidad. Cualquier intento era rápidamente sofocado por... en el año tal hubo un muerto en un accidente de tráfico y en estos tantos años no ha habido ninguno. Después empezarón los problemas, si la glorieta era muy grande los vehículos recorrian diagonales y ¡cualquiera se ponía a cruzar a la velocidad que llegaban!. El ciclista miraba más a su izquierda que al frente cada vez que llegaba a una salida de la glorieta que no iba a utilizar. En la primera década de este siglo, las aseguradoras se dieron cuenta de algo asombroso, los siniestros de sus asegurados estaban alarmantemente encabezados por la palabra glorieta, rotonda, etc. en sus informes de daños. Ellas no necesitaban de la colaboración de ayuntamientos ni entidades públicas, tenían sus propias estadísticas y estas les decían que hasta un 10% de los fallecimientos en vía urbana se producen en este tipo de intersecciones. Pero el daño ya estaba hecho, determinadas decisiones dejarón otra vez al semáforo como pomada para la herida, pero el no conoce la incertidumbre... rojo no pasas, verde pasas. Ámbares intermitentes dejaron las ciudades como árboles de navidad. Devolver todo a su estado inicial era impensable, ¿donde colocamos entonces el monolito artdeco?, ¿que dirían los de la movilidad urbana, los del ciudadano humano? Pero en algo tienen razón, ¡no se que demonios hago parado en este semáforo a las dos de la mañana para nada!, ¿es que no puede ir mejor este telar?. El problema no es la solución, es como presentarla, hay proyectos para usar un sistema GPS que permita al vehículo reducir su velocidad de tránsito para reducir el número de paradas. Sistemas parecidos ya han sido probados en menor escala en NewCastle hace unos años. Personalmente, el que más me gusta es un sistema que permite al semáforo saber que hay un coche esperando. Se darán cuenta alguno de ustedes que hay semáforos que tienen un botón que permite pasar a los sufridos peatones, bueno, este sistema funciona igual, cuando un vehículo llega, activa el botón y cuando el sistema regulador puede dejarlo pasar, lo hace. Cumple perfectamente la norma de una buena regulación o normativa, simple, claro e imperativo. Por supuesto no hay botón, claro. El vehículo cuando circula altera un campo magnético de un lazo inductivo que una vez medido, establece el volumen del vehículo, para agruparlo en ligeros, medios y pesados, la velocidad de paso y por tanto el grado de saturación del carril y su índice de congestión y lo afora para obtener la intensidad de la sección... y además pone el semáforo en verde para su paso por la intersección. Esta tecnología permite eliminar las esperas innecesarias durante las horas valle, acortando por tanto los tiempos de paso en las intersecciones y eliminando la necesidad de detenerse sin necesidad. Además, al presentar siempre el semáforo en rojo, la posibilidad de velocidades inadecuadas es inviable. El soporte de dicha tecnología, basada en las últimas novedades de los años 70 .....ehhhh!... si así es, ya en los años 70 a los conductores no les gustaba esperar en un semáforo en rojo sin motivo, así que lo remediarón y funciona desde entonces... allí donde lo han instalado, claro. Por fin se puso en verde... me voy a casa. ¿Los semáforos se extinguen o no? Probablemente si, pero no serán las politicas medioambientales, ni los cambios estructurales. El semáforo seguirá como elemento regulador, mientras sea necesario llevar un buen solomillo, una lechuga, un vino o unas fresas desde el lugar de producción a su restaurante favorito.
Pero si es probable que pierda su caracteristica forma. Ya no habrá colores en su cara, ni siquiera cara y mucho menos columna. Es casi seguro que se convertirá en un programa informático, de intercambio de datos entre los propios vehículos que recorren las calles y que permitan la auto regulación de paso (el sueño de mi compañero comensal), mediante demandas asociativas en función de la velocidad de desplazamiento, la posibilidad del mismo y el entramado urbano, y si, posiblemente la jerarquización del peticionario (se acabo la igualdad ante un semáforo en rojo). Será el vehículo autónomo el que asuma el papel de soporte para el semáforo de mañana. Pero seguirá ahí haciendo lo único que realmente sabe hacer... dar seguridad.
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AuthorDesde 1995, estoy profesionalmente involucrado en la Gestión del Tráfico. He convivido con dos generaciones de Ingenieros de Tráfico y he vivido en primera persona la evolución, en el entorno urbano, de la idea conceptual, a la moda ideológica. Plasmó aqui algunas y sus resultados. Archives
Marzo 2023
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